Sí, me gustaría escribir algo interesante, Polo me sugiere que escriba o describa la incidencia económico-afectiva-emocional que suponen los fines de semana para los humanos del Primer Mundo.
Me he dado una vuelta por el entorno bloguero más cercano y resulta que estamos ante un monográfico de cine, listas de las mejores y peores películas del año, añoranzas de salas que ya no existen…
He visitado otros entornos más lejanos, he seguido el criterio de ver quiénes son y de qué escriben los que coinciden con el nombre de mi blog, Necesidad de expresar. He escogido una muestra que intuyo que es significativa. Y el resultado es este: el 90% son mujeres; de este 90%, la mitad, su necesidad de expresar consiste en vomitar el dolor por la falta de atención de sus parejas hombres… (No funciona: el modelo de pareja heterosexual no funciona; hay que revisarlo) La otra mitad expresa la alegría de ser madres (embarazo, parto, bebé). Esto no nos lo quita nadie ¡gracias a Dios!
Bueno y complaciendo a mis fans, que incluso me piden que escriba de temas concretos (¡Yo alucino!), ¿qué hacíamos un fin de semana típico las criaturas alienadas por sistema?
A ver. Haciendo memoria… El viernes, la gente se dedicaba, en mayor o menor medida, a salir del trabajo e ir a festejar ¿adónde?; a un bar ¡por supuesto! ¡Esas servesillas...! Se mediocomía de tapitas y se reía mucho y se contaban los avatares de la semana. Sí, sí: recuerdo, sí. Este era, si no el mejor, uno de los más ansiados momentos del finde.
A partir de aquí había varias modalidades según la época, pero salir a cenar con los amigos el viernes por la noche ¡no nos lo quitaba nadie! Ataviados con nuestras mejores galas a la ultimísima moda (monísimas ellas y elegantísimos ellos) e inmersos en una feria de perfumes supercaros.
Modalidad A:
Hay que hacer la compra de la semana.
Sábado: Ya nos levantamos malamente porque, después de la cena en el restaurante más último y vanguardista del momento, había copita u copitas. Desayunito en familia, arreglo superficial de casa… Y a comprar. Y vuelta a la servesilla del medio día. Comíamos en casa. Mientras colocábamos la compra, cocinábamos las exquisiteces que habíamos traído. Comíamos; y aquí viene otro gran momento: la siesta del sábado. ¡Qué gusto! ¡Qué placer! En esta modalidad, el sábado solía terminar en casa de algunos de los amigos; pelis, manjares varios y, relativamente temprano, a casita. Entonces se manifestaba la protocolaría actividad sexual de la semana.
Domingo: era el último y único día de descanso. Paellita, siesta y preparativos para la semana. Siempre ha resultado antipático el domingo por la tarde, pero, en realidad, era un transito para recobrar la cordura.
Modalidad B:
Sábado: nos vamos a esquiar. No, no a esquiar, no. ¡Cuánto preparativo! ¡Qué trabajazo! ¡Qué dineral! ¡Qué agujetas! Pero merecía la pena: lo pasábamos bien, siempre íbamos en tribu (con niños incluidos) y, por supuesto, haciendo alarde de un gran estilazo esquiando.
En esta modalidad, el formato del viernes no variaba mucho; solo que se acortaba la actividad cervecera, ya que las compras había que hacerlas el viernes por la tarde. No salíamos de cena; lo mismo íbamos al cine con sus correspondientes servesillas posteriores, indispensables para comentar la película.
Modalidad C
Todo igual, solo que el sábado íbamos a la playa o a La Alpujarra o a cualquier sitio que se nos ocurriera donde hubiera lago interesante, pero siempre para volver en el día.
Omito conscientemente los sábados que teníamos que ir a punta de pistola a comer a casa de los suegros. Distorsionaba bastante el buen rollo.
Y ahora la conclusión: ¿cómo afectaban estas actividades? No tengo buenas noticias. Económicamente, afectaban mal: gastábamos mucho en divertimentos, de los que ahora sé que ese puede prescindir. Solo he descrito los fines de semana estándar, pero también había puentes y vacaciones y fiestas y regalos…
Afectivamente; también mal, ya que teníamos tantas cosas superfluas que hacer que las relaciones importantes se abandonaban o postergaban. Se cuidaban más las relaciones sociales. ¡Error!
Por último, emocionalmente, puede que nos sintiéramos muy vigentes y eso satisfacía el ego, pero la retroalimentación inter-parejas (no sé si me explico) dio al traste con las parejas primigenias. ¡Todos nos separamos! ¡Qué desastre!
Mis fines de semana de ahora son distintitos, pero ¿mejores?. ¡Jajajajajaja!
lunes, 18 de enero de 2010
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