Es curioso: la vida como es. Yo no se por qué no encuentro sosiego; lo único que parece factible es seguir sola. Parece que no puedo esperar nada. Y sigo esperando.
Si pudiera emplear el método inductivo para hacer este relato….
Nada; por más que pienso cómo hacerlo… no me sale: siempre acabo con el método deductivo.
Voy a hacer un análisis de los lugares donde he vivido teniendo en cuenta el grado de consecución del estado de bienestar, que clasifico en cuatro niveles. A continuación estableceré mis preferencias.
Estado de bienestar nivel 3: Más de 100.000 habitantes. Infraestructura de gran ciudad. Campus Universitario. Monumentos. Museos. Teatro. Conciertos. Gran variedad de ambientes. Centros comerciales. Gimnasios.
- Granada y Marbella (Málaga).
Estado de bienestar nivel 2: Más de 10.000 habitantes: 4 Institutos. Hospital, Escuela de idiomas. Conservatorio. Cines (cuatro salas). Instalaciones municipales incluso para teatro. Locales con posibilidades de música en vivo. Bares y restaurantes de toda clase. Hoteles y Parador Nacional. Monumentos. Paisajes increíbles.
- Ronda (Málaga)
Estado de bienestar nivel 1: Más de 1.000 habitantes: Un instituto. Centro de Salud. Cibercafé como máxima expresión del desarrollo tecnológico ¡y punto pelota!
- Ugíjar. (Alpujarra Granadina)
- Pozo Alcón (postrimerías de la sierra de Cazorla, Jaén)
Carencia total de estado de bienestar: Menos de 100 habitantes incluidas las cuatro abuelas vecinas mías y yo. Paisajes increíbles, naturaleza viva. Fuego; chimenea como único medio de calentar la casa. Agua, pilón de agua con un glun, glun, glun permanente. Casetita (con su chimeneilla y todo) para culto específico de las ánimas benditas, iluminada noche y día, conservada y limpia con flores por dentro y blanqueada por fuera, por una delegación de vecinas y por las aportaciones de velas del resto del vecindario. Floración de árboles frutales, flores, frutos, colores, olores, golondrinas, nidos de golondrinas, ovejas, burros y mulos, salamanquesa inquilina, arañas inofensivas y moscas mutantes inmunes a cualquier tipo insecticida.
Viví en una casa típica de la zona, acondicionada por la eficaz sutileza de unos ingleses afincados allí, que, respetando lo autóctono, optimizaron las posibilidades de confort con armonía y sencillez. Era muy bonita por dentro y por fuera. En la parte de abajo que era la cuadra, se encontraba, digamos… la sala de estar con dos sofás, una mesita, una alfombra y la chimenea como todo mobiliario, separada por el hueco de la escalera; una zona de estudio o despacho. En el primer piso teníamos la cocina-comedor en la que había una ventana orientada al este por la que veía salir el sol y un portón también con ventanita por la que veía un pequeño huerto lleno de almendros con su espantapájaros, el pilón de agua y la casetita de las ánimas benditas con su luz parpadeante. También separado por el hueco de la escalera (encima del estudio); el baño. En la parte superior; el dormitorio: cama, dos mesitas de noche una alacenilla hecha de madera y una terracita preciosa dominio privativo de las golondrinas y la salamanquesa. ¡Ah! Y una leñerilla anexada a la cuadra (sala de estar) donde habitaban las arañas.
La lucha diaria para encender y mantener el fuego, las siestas en medio de ese ruidoso silencio, mis ratos de lectura y escritura cerca de la chimenea, (si te alejabas; chungo)… Estoy hablando de mis días en Mecína Alfahar, también conocida como Mecinilla (Alpujarra granadina).
Creo que no hace falta establecer más preferencias.
¡Jesús, María y José¡, se me olvidaba mencionar los despertares con el canto del gallo; ronco, y a destiempo ya que dificilmente coincidían sus necesidades de expresión con tus horarios. Y del sonido de la campana de la iglesia,que te informaba puntualmete de las horas y de los cuartos, durante el día... Bueeeno, había que pararse y prestarle una atención especial para contar las campanadas ya que si se te pasaba alguna, ¡ya ibas mal!. Pero a partir de las 8 de la tarde, la cosa se ponía inquietante. ¡Señor de los espacios infintos! ¿toda la noche con este sonsonete? Curiosamente, en mi caso particular, a partir de las 23.00 horas ya no escuchaba absolutamente nada. Llegué a preguntar; ¿es que por la noche no toca la campana?. ¡No! la campana seguía su función, era mi capacidad de relax la que me permitía dormir a pierna suelta, ajena a cualquier evento exterior.
sábado, 23 de enero de 2010
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